Tengo insomnio.
No he podido dejar de pensar en ti.
Extraño nuestras conversaciones largas, absurdas, efímeras y divertidas. Las trascendentales también.
Extraño que al finalizar el día, cuando apenas hemos podido intercambiar alguna palabra, me preguntes como me fue.
Extraño ese poco interés que me tenías. El poco cariño que me transmitías.
Y es obvio que todo eso desaparezca ya que hay alguien en tu vida. Una persona que comparte muchas más cosas contigo que las que tuvimos.
Alguien que está cerca y a la vez te guía a un mejor futuro.
Esa persona merece todos tus pensamientos y atención.
No tengo que interponerme más.
¿Para qué?
Ya cumplida mi misión en ese pequeño pero inolvidable tiempo que vivimos, no veo que hago aquí. Soy una sombra. Debo buscar otro rumbo. Uno donde no haga traspiés con las huellas que estás dejando.
Por supuesto que me alegra verte feliz, aunque me duela. Sentimientos encontrados les dicen. Me harté de sentirlos. Quiero lo básico. Una cosa a la vez. O mejor, no sentir nada.
Así que, adiós amor. Debo dejarte porque no tenerte me mata. Tuve la ilusión de que lo nuestro tal vez existió en algún momento o que podría ser. Ahora solo quiero caer. Subí todo lo que pude hasta alcanzarte pero no lo logré. Y ahora que las fuerzas me fallan me espera un terrible golpe.
Si sobrevivo te buscaré. O tal vez no. Tendré muchas cicatrices. Puede que ni me reconozcas.